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Llegas de memoria construyendo el día,
el día te corta la sangre con fuego,
el fuego te lame la piel aterira,
aterido espero con pulso de ciego,
ciegos no caemos al bosque y al musgo,
el musgo tirita bajo nuestro peso,
el peso de tu ancha soledad me aplasta,
aplasta un vibrante solsticio sin miedo,
y así miedo miro, te decoro de hombre,
de sueño, de niebla, de sol y sosiego.
Sosiego tu carne trenzando tu boca
con mi boca brusca que finges cautiva,
cautiva tu cuerpo mi substancia amarga,
amarga me tragas de pronto vencida,
vencida en mi pecho tu caudal de mundo,
con mundial cadera me cedes segura
y seguramente me arrancas prodigios,
me arrancas de cuajo la llava madura
me arrancas de sobra la corteza heroica
la corola, el tallo, el estambre y la altura.
En el vientre claro del verano cantas,
canta una cigarra su cigarrería,
cigarreando herimos la luz concluyente,
concluyo caníbal de almorzar tu vida
mi vida que amarro sobre los cabellos
que bellos combaten la sombra agresiva.
Y agredimos juntos el parco retorno
por la misma senda que huele a ceniza
y así nos guardamos de nuevo en destierro
y en destierro erramos con la terca herida.
Porque estamos tan lejos de
la tierra en que la luz abrí,
la tierra en que la lluvia me regó,
la tierra que te di.
Una paloma muerta me llamó,
una gaviota muerta me gritó,
una calandria muerta me cantó,
una canción atávica voló.
Porque de tierra clara soy,
porque la necesito donde estoy,
porque cada mañana te la doy,
porque la llevo donde voy.
El hombre es un árbol de raíz soleada y cálido temple,
su canto industrioso surgió de la nada al viento terrestre,
su limpio trayecto capaz de memoria maduró con creces
pero como el fruto que el puño desgaja se seca y perece
al ser arrancados de la tierra amada, los hombres se mueren.
Nosotros vagamos a miles de millas,
a siglos rabiosos de un país concreto
por eso se acoso tu boca en Trez-Vella,
en verdad yo beso a mis hermanos muertos,
en verdad entibio la sangre indefensa,
en verdad maldigo a sus sepultureros,
en verdad convoco a los libertadores,
en verdad doy gracias al que está despierto,
en verdad yo beso la espada que mata
y matando acaba con los carniceros.
Recobra conmigo los días terribles,
vuelve de repente de bruces de asalto
únete a mi rabia para hacer dos rabias,
únete a mi cuerda para hacer dos arcos,
cuidemos el árbol crecido en la sangre
porque toda flecha es hija de aquel árbol.
Hagamos un largo collar con los huesos,
los sueños, la espera, el destierro, las manos,
juntemos los mutuos rencores rugentes,
rujamos unidos este abecedario.
Porque estamos tan solos con
la herida en que la luz perdí,
la herida en que la sangre me humilló,
la herida en que morí.
Una paloma muerta me acusó,
una gaviota muerta me negó,
una calandria muerta me olvidó,
una canción atávica gimió.
Pero de tierra clara soy,
porque la llevo donde voy,
porque cada mañana te la doy,
porque la necesito donde estoy.
Una vez que asumas tu convicción,
y sabes quién eres,
una vez que plantas tu corazón,
y sabes quién eres,
una vez que educas tu vocación
y sabes quién eres,
una vez que agrandas tu desazón,
y sabes quién eres,
una vez que muerdes tu decepción
y sabes quién eres,
una vez que pactas con la ilusión,
y sabes quién eres,
una vez que te hartas de la traición,
y sabes quién eres,
una vez que te armas con la pasión,
y sabes quién eres,
una veces que matas por la verdad,
y sabes quién eres,
una vez que mueres por la unidad,
y sabes quién eres,
una vez que ensanchas la claridad,
y sabes quién eres,
una vez que ilustras tu condición,
y sabes quién eres,
una vez que rompes con la piedad,
y sabes quién eres,
una vez que rasgas la soledad,
y sabes quién eres,
una vez que incendias la oscuridad,
y sabes quién eres,
y dejas de amar tu seguridad,
y sabes quién eres,
puedes combatir al senil rufián
para que sin gloria vuelva al basural
del que se escapó manchando la historia.
Porque estamos seguros que
la tierra que la muerte arrinconó
y de un caudal de muertos inundó
con un cuerno de caza los lloró.
El amor sucumbe si el dolor no integra
su herida crujiente en el pan maduro
y hasta el pan sucumbe si el hombre no entiende
que la vida está hecha de cerebro y puño,
el puño arremete la materia indócil
confiere y modela su forma al futuro,
el cerebro poda la idea de aristas,
la labra y la escribe con barro y con humo
y así es que sabemos que el hombre desciende
de un viejo combate y sin hombre no hay mundo.
Apaga esa estrella que espero unos barcos
que suben sonando del sur a mi encuentro
y estrújame soles que hablen de trigales
porque en mi tardanza se agacha otro invierno,
deja que me acueste sobre tu hombro grave,
triza mi memoria con gesto tierno.
Téjeme una espera con muelles y mares
y volcanes vivos y árboles secretos
y pídele al mapa que te cuente un rumbo
para que podamos morir de regreso.
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