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América tiene amores,
tiene estrellas consteladas.
América tiene hermanos
que la buscan y la llaman.
Y todos se van uniendo
y abrazándose la miran;
países que son su cuerpo
enramado de alegrías.
Y llegan danzando, llegan
festejando amaneceres
y enlazan con sus canciones
los arrullos que la mecen.
Recibe con las Antillas
la cubana carcajada,
Haití con su rito antiguo
y la luz dominicana.
Regiones de cumbres quietas
reconocen su mirada
y bailan su algarabía
hondureña y mexicana.
Aliento del aire limpio
le regala Nicaragua;
serpiente emplumada adorna
el fervor de Guatemala.
Las palmas de Costa Rica
son las manos que se enlazan
con tierra salvadoreña
y Panamá, cintura alada.
Resurge la flecha eterna
de sus suelos desatados;
la envuelven los torbellinos
del amor venezolano.
Peso de la cordillera
con su mano desgranada
y el aire florece orquídeas
entre arepas colombianas.
Y todos se van uniendo
y abrazándose la miran;
países que son su cuerpo
enramado de alegrías.
Después aparece el viento
de Ecuador, y el mediodía
anuncia un dorado encuentro
de temblores y caricias.
Al lado Brasil murmura
y la llena de aguas claras,
de ritmos y de extensiones,
de misterios y de razas.
Así la van alcanzando
costa, sierra y altiplano;
la abraza el enigma entero
con el indio iluminado
Bolivia y Perú la buscan
en la tierra engalanada
y sienten la tarde tibia
nocturnal y paraguaya.
Más tarde Uruguay le entrega
sus colinas onduladas
y viene Argentina y canta,
toda sol, toda mañana.
Y al fin llega Chile puro
y este suelo americano
comprende que es uno solo
su amor y su cuerpo santo.
Relato IV (Luis Advis)
Avanzando hacia un vértice del tiempo
tus hijos aprendían la palabra:
aquella que por siempre sentirían
tan difícil, quimérica o lejana.
Susurraban sus letras de lacero,
recorrían sus sílabas radiantes
y el sonido, reflejo de otro cielo,
se extendía por trigos y maizales.
Y así fue que algún día apareció
como el vuelo de un ave pasajera
y otro día perdieron las señales
y anduvieron en vano tras su huella.
Palabra libertad, la bienvenida,
costosa libertad, tan esperada;
ansiada libertad, la tan ausente.
Libertad ¡cuántas veces traicionada!
Porque nunca bastó con anhelarla
y pensar su designio de voz limpia:
el sendero que atrajo a caminantes
muchas veces condujo a otra salida.
Porque en su nombre algunos confundieron
lo divino, lo humano y lo inhumano
o invocaron a veces su presencia
sembrando el sufrimiento y el espanto.
Porque, tal vez, el lobo de este mundo
es el hombre que al hombre acecharía
es el hombre que el hombre cercaría
es el hombre que al hombre cazaría
es el hombre que al hombre mataría.
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